Håkon Anton Fagerås transforma los bloques de alabastro en (aparentemente) mullidas almohadas. Tal es su talento que consigue engañar a nuestra percepción y sentidos haciéndonos sentir el deseo de querer reposar sobre ellas, a pesar de saber de sobra de que no se trata precisamente de un material esponjoso y ligero.
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